MORATALLA

Entre pinares de alta montaña, cumbres que rozan los dos mil metros y huertas regadas por los ríos Segura y Alhárabe, Moratalla se alza como un entramado de casas encaladas y callejuelas empinadas que desembocan en la silueta robusta de su castillo. Quien se adentra en la villa percibe el aroma de la leña en los hornos, el eco lejano de un tambor retumbando en la memoria y la cordialidad de un pueblo que comparte su mesa y su historia sin prisas.

Moratalla

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Elevada sobre un espolón rocoso y vigilada por la torre del Homenaje, Moratalla es mucho más que un balcón al noroeste murciano: es santuario natural para los amantes de la naturaleza, museo de arte rupestre declarado Patrimonio Mundial y capital sonora de la tamborada que atraviesa la Semana Santa.

Cada visita se convierte en un viaje por senderos inolvidables y en un diálogo con siglos de leyenda, desde los arrieros medievales que comerciaban lana hasta los pastores que aún hoy trashuman por los puertos de la Sierra de Moratalla.

Viñedos Bullas
Viñedos Bullas
Viñedos Bullas

Historia de Moratalla

Siglos después, la fortaleza andalusí dejó paso a la Orden de Santiago tras la conquista castellana de 1245, convirtiendo la villa en baluarte fronterizo frente al reino nazarí de Granada.

Durante la Edad Moderna, la población creció al abrigo de la ganadería trashumante y de los cultivos de secano que moldearon terrazas de almendro y olivo. Con el tiempo, las fábricas de madera y las almazaras familiares impulsaron un tejido productivo que hoy pervive junto al turismo rural. Más de ocho mil habitantes conviven ahora con un patrimonio paisajístico que abarca desde los cañones del Segura hasta los pinares de Revolcadores, afianzando a Moratalla como enclave de naturaleza activa y memoria viva.

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La percusión se convierte en seña de identidad cada Jueves y Viernes Santo, cuando miles de tamboristas envuelven las calles en un estruendo hipnótico declarado Patrimonio Cultural Inmaterial.

El calendario se anima de nuevo del 11 al 17 de julio con las Fiestas en honor al Santísimo Cristo del Rayo, cuyos encierros, procesiones y verbenas celebran el milagro de 1621 que marcó la devoción local.

Entre ambos hitos, romerías campestres, mercados artesanos y jornadas micológicas recuerdan que Moratalla cultiva la alegría en cualquier estación.

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